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Mostrando entradas de febrero, 2009

Al árbol debemos

Juan Carlos Contento García. Con estas palabras comienza una canción, tal vez una de las primeras que aprendemos en nuestros menudos años escolares y que se refiere directamente al amor, cuidado y veneración que debemos profesar a ese silente pero vigoroso y colorido cohabitante de nuestra madre tierra: el árbol. En épocas pasadas, haciendo memoria sobre el tiempo de los padres de quienes nos dieron la vida, y más allá, los árboles representaron una forma de vida imprescindible para la subsistencia del ser humano. El recurso madera estaba presente en muchos de sus quehaceres y era materia prima para solventar muchas de sus necesidades, desde construir una casa, hasta alimentar la hornilla de una estufa para preparar los alimentos, pasando por el uso de sus cortezas y hojas en la elaboración de infusiones que devolvían la vida, como en el caso del eucalipto. Se usaron los árboles como hitos vivientes, para demarcar territorios y linderos; para reemplazar postes y estantillo

DOS GUITARRAS DE CARORA Y DEL MUNDO: un cuadro hecho con letras

Tanto los asiduos lectores de literatura sofisticada, como los de vista y objetivos rápidos en la lectura, persiguen siempre un elemento clave para su gusto. Pueden ser los delirios que provocan los eruditos consumados, con su despliegue de poca modestia en su escritura, o el simple ejercicio de la mente, que proyecta pensamientos a diestra y siniestra, al tratar un escrito, impregnado de sencillez y cargado de sensibilidad. Un texto de complazca a ambas partes, suele ser difícil de encontrar, pues cada estilo tiene su público. Juan Páez Ávila, periodista e historiador larense, ha unido sus dos especialidades, permitiendo a su genio creador el concebir una obra, bajo el nombre Dos Guitarras de Carora y del Mundo, en la que recoge, acomoda y narra, la vida y obra de dos insignes músicos, guitarristas caroreños: Alirio Díaz y Rodrigo Riera. La obra se presenta en un volumen de 146 páginas, cuya portada exhibe retratos de un mural, creado por el maestro Jorge Arteaga, en los que aparecen

REPORTAJE: EL MANTECO

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LA NOSTALGIA DE EL MANTECO AÚN VIVE EN MUCHOS BARQUISIMETANOS Juan Carlos Contento García Imagen de venciclopedia.com La Barquisimeto del siglo XX, sufrió ciertas transformaciones en su urbanismo, una de las más importantes fue la del Mercado Mayorista de Barquisimeto, al oeste de la ciudad, el cual le dió un vuelco modernista al comercio de alimentos. Pero los que conocieron lo que fue El Manteco, aún guardan por él, un recuerdo de los antiguos mercados, al mejor estilo tradicional. Qué placentero es sentarse a la mesa, en el sagrado momento de la comida. Ese ritual que para la mayoría ha perdido la esencia de su significado, le permite a toda la familia socializar, compartir, planificar y hasta soñar, mientras le damos a nuestro cuerpo la base orgánica, necesaria para su existencia, a través del alimento. Cada comestible, parece entonces, convertirse en un testigo mudo que quisiera hablarnos, mediante su colorido, su textura y su sabor, para contarnos su procedencia, su nacimiento, s

REPORTAJE: EL MANTECO

BIOGRAFÍA Y FANTASMA DE UN MERCADO

La nostalgia de los mercados

Hemos olvidado el valor histórico, de aquellos sitios de provisión, donde aún se compra lo que a diario comemos. Por: Juan Carlos Contento García Qué placentero es sentarse a la mesa, en el sagrado momento de la comida. Ese ritual que para la mayoría ha perdido la esencia de su significado humano, pero trascendental, del acto que nos ha permitido socializar, compartir, planificar y hasta soñar, mientras le damos a nuestro cuerpo la base orgánica, necesaria para su existencia, a través del alimento. Cada comestible, parece entonces, convertirse en un testigo mudo que quisiera hablarnos, mediante su colorido, su textura y su sabor, para contarnos de su procedencia, de su nacimiento, su cultivo y de todo lo que tuvo que ver y que pasar para llegar hasta nuestra mesa; para él, su honorable destino; ¿Cuánto sabemos de esto?. ¿Qué pasó con la importancia, que tenía pronunciar alguno de los nombres de nuestros mercados, cuando se consideraba un privilegio vivir en la cercanía de uno de ello

Los tiempos del avispón

Ya estaba oscureciendo en la ciudad, mire mi reloj y y todavía faltaba media hora para salir de la oficina. Parecía demasiado tiempo, sabiendo la oportunidad que tendría al día siguiente, de dormir plácidamente los efectos de una muy merecida y bien lograda noche de farra. Un compañero de trabajo abre mi puerta, camina hasta mi y me da una palmadita en la espalda, preguntándome ¿Es verdad lo del Avispón o son puras cañas tuyas?, a lo que respondí ¡Claro que sí! Déjame apagar la computadora, que ya me tiene la cara cuadrada y nos vamos. Vi cómo se rió, exhibiendo una mezcla de inquietud y picardía. Yo, por mi parte, me preguntaba si sería bueno o malo volver al Avispón, pero creo que la gana de encontrarme de nuevo en aquel mundo fue más fuerte. En ese preciso instante, mientras esperaba que el sistema me diera la indicación de que podía apagar mi máquina, crucé mis piernas, me recliné en la silla y dejé que mi memoria justificara su razón de ser. Retrocedí en el tiempo y volví al Avis

La virgen que vivió en el infierno

Muchas veces, acostumbramos a decir “quiero echar pa’ lante”, “quiero llegarbien lejos” o en algún caso, con afán de mostrar a alguien, bien sea en nombre del amor o la simple vanidad, nuestras intenciones de prosperar. Ésto, por lo general, lo asociamos con todo lo bueno, pues progresar no es malo para ningún ser humano; sin embargo, hay verdades amargas que distan de los blancos y puros pensamientos, pero existen. Verdad, como la que recuerda Claudia, cuando en las noches se despierta sudando y asustada, al pensar que todavía se encuentra viviendo su horrible pesadilla. Aquella mañana de septiembre – lo recuerda muy bien - su madre le dio un beso, para despertarla; cosa que no era frecuente, pues Claudia era madrugadora y más cuando tenía clases de contabilidad. Se incorpora y va a la mesa a tomar el sencillo pero suculento desayuno, que con amor bendito, su mamá a diario le prepara. La mañana lucía especial, llena de ese no se qué, percibido por todos en algún momento. Era como un