LA NOSTALGIA DE EL MANTECO AÚN VIVE EN MUCHOS BARQUISIMETANOS Juan Carlos Contento García Imagen de venciclopedia.com La Barquisimeto del siglo XX, sufrió ciertas transformaciones en su urbanismo, una de las más importantes fue la del Mercado Mayorista de Barquisimeto, al oeste de la ciudad, el cual le dió un vuelco modernista al comercio de alimentos. Pero los que conocieron lo que fue El Manteco, aún guardan por él, un recuerdo de los antiguos mercados, al mejor estilo tradicional. Qué placentero es sentarse a la mesa, en el sagrado momento de la comida. Ese ritual que para la mayoría ha perdido la esencia de su significado, le permite a toda la familia socializar, compartir, planificar y hasta soñar, mientras le damos a nuestro cuerpo la base orgánica, necesaria para su existencia, a través del alimento. Cada comestible, parece entonces, convertirse en un testigo mudo que quisiera hablarnos, mediante su colorido, su textura y su sabor, para contarnos su procedencia, su nacimiento, s
Hemos olvidado el valor histórico, de aquellos sitios de provisión, donde aún se compra lo que a diario comemos. Por: Juan Carlos Contento García Qué placentero es sentarse a la mesa, en el sagrado momento de la comida. Ese ritual que para la mayoría ha perdido la esencia de su significado humano, pero trascendental, del acto que nos ha permitido socializar, compartir, planificar y hasta soñar, mientras le damos a nuestro cuerpo la base orgánica, necesaria para su existencia, a través del alimento. Cada comestible, parece entonces, convertirse en un testigo mudo que quisiera hablarnos, mediante su colorido, su textura y su sabor, para contarnos de su procedencia, de su nacimiento, su cultivo y de todo lo que tuvo que ver y que pasar para llegar hasta nuestra mesa; para él, su honorable destino; ¿Cuánto sabemos de esto?. ¿Qué pasó con la importancia, que tenía pronunciar alguno de los nombres de nuestros mercados, cuando se consideraba un privilegio vivir en la cercanía de uno de ello
Juan Carlos Contento García Subí las escaleras para llegar a mi oficina. En el trayecto me encontré a una vecina que lucía una cara de preocupación. Sentí la obligación de preguntarle el porqué. Respiró profundo y me contó que se vio envuelta en un pleito callejero, cerca de allí. Quedó atrapada en el centro de una guerra de botellazos y, para colmo, el carro se le apagó, siendo sus vidrios, entre otras cosas, los más susceptibles a sufrir las consecuencias. Justamente, en la esquina de la calle 9 con Avenida 20 fue el campo de batalla. Allí residen unos ciudadanos de los cuales nadie está seguro de dónde salieron. Hay quienes dicen que son damnificados. Otros aseguran que son una sociedad variada, compuesta por artistas de la calle, indigentes y otras especies nuevas de desposeídos. Lo cierto es que tomaron las instalaciones de un edificio desocupado y ahí se quedaron. Hombres y mujeres viven allí. Hasta ahora no se han visto niños y, quiera Dios que no los veamos, porque si es muy
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