LA NOSTALGIA DE EL MANTECO AÚN VIVE EN MUCHOS BARQUISIMETANOS Juan Carlos Contento García Imagen de venciclopedia.com La Barquisimeto del siglo XX, sufrió ciertas transformaciones en su urbanismo, una de las más importantes fue la del Mercado Mayorista de Barquisimeto, al oeste de la ciudad, el cual le dió un vuelco modernista al comercio de alimentos. Pero los que conocieron lo que fue El Manteco, aún guardan por él, un recuerdo de los antiguos mercados, al mejor estilo tradicional. Qué placentero es sentarse a la mesa, en el sagrado momento de la comida. Ese ritual que para la mayoría ha perdido la esencia de su significado, le permite a toda la familia socializar, compartir, planificar y hasta soñar, mientras le damos a nuestro cuerpo la base orgánica, necesaria para su existencia, a través del alimento. Cada comestible, parece entonces, convertirse en un testigo mudo que quisiera hablarnos, mediante su colorido, su textura y su sabor, para contarnos su procedencia, su nacimiento, s...
Tanto los asiduos lectores de literatura sofisticada, como los de vista y objetivos rápidos en la lectura, persiguen siempre un elemento clave para su gusto. Pueden ser los delirios que provocan los eruditos consumados, con su despliegue de poca modestia en su escritura, o el simple ejercicio de la mente, que proyecta pensamientos a diestra y siniestra, al tratar un escrito, impregnado de sencillez y cargado de sensibilidad. Un texto de complazca a ambas partes, suele ser difícil de encontrar, pues cada estilo tiene su público. Juan Páez Ávila, periodista e historiador larense, ha unido sus dos especialidades, permitiendo a su genio creador el concebir una obra, bajo el nombre Dos Guitarras de Carora y del Mundo, en la que recoge, acomoda y narra, la vida y obra de dos insignes músicos, guitarristas caroreños: Alirio Díaz y Rodrigo Riera. La obra se presenta en un volumen de 146 páginas, cuya portada exhibe retratos de un mural, creado por el maestro Jorge Arteaga, en los que aparecen ...
Hemos olvidado el valor histórico, de aquellos sitios de provisión, donde aún se compra lo que a diario comemos. Por: Juan Carlos Contento García Qué placentero es sentarse a la mesa, en el sagrado momento de la comida. Ese ritual que para la mayoría ha perdido la esencia de su significado humano, pero trascendental, del acto que nos ha permitido socializar, compartir, planificar y hasta soñar, mientras le damos a nuestro cuerpo la base orgánica, necesaria para su existencia, a través del alimento. Cada comestible, parece entonces, convertirse en un testigo mudo que quisiera hablarnos, mediante su colorido, su textura y su sabor, para contarnos de su procedencia, de su nacimiento, su cultivo y de todo lo que tuvo que ver y que pasar para llegar hasta nuestra mesa; para él, su honorable destino; ¿Cuánto sabemos de esto?. ¿Qué pasó con la importancia, que tenía pronunciar alguno de los nombres de nuestros mercados, cuando se consideraba un privilegio vivir en la cercanía de uno de ello...
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