PRIMATUS CHOFERIS

Juan Carlos Contento García
Que hermoso es cuando el hombre , mediante su recto proceder, hace alarde de su supremacía en el reino animal, dando una clara demostración de que, aunque – según Darwin- provenimos del mono, hemos marcado una distancia considerable entre nuestro pariente simio y nosotros.

Sin embargo, no siempre es así. Se puede confirmar con solo transitar por cualquier calle de nuestro hermoso país, y observar por unos instantes los hábitos del homo-sapiens venezolano, al manipular ese tan moderno y necesario invento, llamado automóvil. Se puede pensar que es algo psíquico, pero refleja un problema somático: se ha alterado el sentido de orientación. Lo que para algunos es izquierda, para otros es derecha y aunque se ingieran flechas, no se daña ningún órgano del sistema digestivo.

La resistencia a respetar el sentido de una vía, ha generado inmunidad a las mordidas que propinan – muy eventualmente - algunos seres, que aunque visten de marrón no son monjes carmelitas. Lo que a simple vista parece rojo, para una gran mayoría se ha convertido en verde. Esto hace presumir que, aunque vivimos en el mismo territorio y hablamos el mismo idioma, no usamos los mismos colores; por lo tanto, el semáforo, también ha pasado a formar parte de la dieta del conductor venezolano, incluyendo algunas damas, que se han iniciado en la ingesta de luces rojas, bajo el pretexto de que son cero calorías.

Ni hablar del sagrado momento de estacionar. Hay varias situaciones, dignas de estudio. Si corresponde hacerlo en una calle de vecindad, parece que algunos conductores quisieran vendernos su carro, porque lo estacionan justo en frente de nuestro garaje y cuando en una ocasión me sucedió, me dispuse a preguntarle a quien obstruyó mi aparcadero ¿Sabe usted que significa este aviso? Entonces, de manera lenta movió su auto, al tiempo que respondió: “Si...ya sé que su garaje es estéril, porque el aviso dice: no pare”.

La influencia de Hollywood, también se manifiesta en los conductores más jóvenes y uno que otro adulto contemporáneo. Esta vez, me refiero a los gustos nocturnos, reflejados en el novedoso sistema de luces que han implantado a sus vehículos, de forma tal que, al verlas, parece que se está frente patrullas, salidas de una película. Todo esto, sin importar que su visibilidad nocturna sea poca o nula; lo que importa es figurar y desafiar a la ley. Nuestros patrulleros criollos, aunque manejan carros nuevos, no pueden competir contra las luces importadas y carísimas, de estos jovencitos y otros seudo-muchachitos, a quienes provoca decirles “ Están muy grandes para la gracia”. Es mejor inscribirse en los eventos donde las exhibiciones permiten ganar premios, en lugar de multas.

Otro aspecto, que vale la pena mencionar y retomando el tema de los colores, es la hipótesis de que el color verde de las luces de los semáforos, influye sobre el sistema locomotor del cuerpo humano, en especial sobre las extremidades superiores. El caso es que, no ha terminado de cambiar la luz, de roja a verde, y en una décima de segundo, se siente el estruendo infernal, provocado por las cornetas de los conductores que se encuentran el la parte posterior. Esto ha creado una fijación, que obliga a los choferes que se encuentra detrás de usted, a tocarle la corneta, aunque la luz esté en rojo, tal vez para invitarle a dar una probadita a dicha luz.

No tratemos de redimir esta acción con la excusa de la inseguridad, pues esto ocurre hasta en los lugares más privilegiados y a pleno día. Cuesta creer que allí vive gente que hasta se ha formado en las mejores universidades , en donde la materia buen ejemplo era electiva, y tal parece que no la cursaron.

Este comportamiento deja mucho a la imaginación, pues recientemente presencié un documental, transmitido por un prestigioso canal internacional, donde se mostraba el lado inteligente de un grupo de primates, que obedecían (al pié de la letra) indicaciones sobre acciones muy precisas, basadas en códigos visuales (formas y colores) y sólo se usó algo de entrenamiento...¿Qué tal?

La tolerancia no existe. Los caballeros al volante son ahora una rara especie, en vías de extinción. No permitamos que venga Green Peace, u otra fundación ambientalista, a repoblar nuestras calles, con respeto y alteridad. Ellos solo trabajan en pro de la fauna y flora. No les demos más razones para que vengan a hacernos un generoso estudio. Nuestra cultura vial debe ir sobre ruedas. ¡Bajémosla de los árboles!

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