El amor en las cóleras del tiempo

Juan Carlos Contento García
“El tiempo está bravo...ya hasta querer como que está prohibido y depende más del bolsillo que del corazón”.Sabias palabras las de aquel amable anciano, con el que me detuve a hablar por un instante, en un pueblo de los Andes. Estábamos sentados en un banquito de la plaza Bolívar, justo en frente de la iglesia, cuando vimos llegar a una mujer joven, vestida de blanco y, casi al mismo tiempo, se apareció un mozo, cuyo atuendo pregonaba a los cuatro vientos que él era el novio. Fue así como empezamos a trabar conversación.

Me contó que en sus tiempos “Esa cosas de tener amores era una broma muy seria. Todo era muy ceremonioso, con visitas controladas y nada de llegar tarde. Había que enamorar primero a los suegros, con buen comportamiento y mucho trabajo, a ver si querían dar a la hija. No había que pedir créditos para vivienda. Las casas las hacían ellos mismos, en terrenos gustosamente cedidos por la familia, y en tiempo relativamente corto, porque todos los jóvenes, amigos del novio, hacían una cayapa para ayudarle. Ahí se aplicaba yo te ayudo y cuando me toque, usted me ayuda”.

Prosiguió aquel hombre...“No había que pasar tarjetas, ni alquilar lujosos salones. Se hacían unos fiestones en los patios de las mismas casas, bien adornados, con música de un conjunto de cuerdas, muy bueno, que había en aquella época. Eran dos días de baile, comida y miche. En el pueblo nos tratábamos todos como una sola familia, pero hasta eso ha ido cambiando. No sé qué les está pasando a los jóvenes de ahora, que no quieren casarse, como que le tienen miedo al matrimonio. Debe ser por lo que cuesta en estos tiempos fundar una familia”.

Me acomodé en la silla de la plaza, para seguir escuchando... “Ahorita hasta los campesinos se han vuelto exigentes, también quieren estar a la última moda, así como se ve en la televisión, y entonces los muchachos hablan de unas cosas que no se les entiende y hasta les da vergüenza bailar con música de violines, cuatro y mandolín ¡Cómo han cambiado las cosas!... el tiempo está bravo”.

No hizo falta que dijera nada más. Allí supe que no estaba diciendo mentiras. Lo se por experiencia. Las cosas del corazón siguen siendo una broma muy seria. Si lo analizamos con cuidado, veremos que hay dos barreras para los enamorados: una, es el factor económico y la otra está representada por la depreciación que ha sufrido la institución familiar. Con esos ejemplos ¿Quién quiere casarse?

En pocas palabras...las jóvenes parejas necesitan, ahora más que nunca, orientación, mucho apoyo, comprensión y hasta crédito. Ojalá que podamos hacer algo al respecto, por aquello de que la familia es la base de la sociedad. No importa que no haya mucho glamour, pero si mucho amor. Mientras el corazón siga superando a la razón, las hadas seguirán escribiendo cuentos, los príncipes azules seguirán llevando su traje a la tintorería y las calabazas seguirán teniendo buen precio, con ratones incluidos. ¡Que viva el amor! Aunque el tiempo esté bravo y tenga la cara colorada. Enamorados...¡Seguid hasta el final!

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